Le encantaba el agua, dar vueltas una y otra vez dentro del transparente líquido, se sentía liberada, libertad en estado puro rozando cada milimetro de su piel.
El agua la acogía como una madre cariñosa, que la mecía y la dejaba jugar a escondidas de su padre, la fuerza de la gravedad.
Se retorcía como una serpiente en ella, subía y bajaba, se reía, abría los ojos, los cerraba para centrarse en las sensaciones, se dejaba llevar...
Por eso cuando la encontraron, al dragar el lago, tenía aquella enorme sonrisa en sus labios amoratados.
miércoles, febrero 13, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
Como siempre, me dejas sin palabras...
Muy sencillo y dulce.Solo tu podrias escribir algo asi. Sigue aprendiendo de tus palabras!! Besos!
Publicar un comentario