Se sorprendió al llegar al infierno y que le dejasen elegir, siempre se había imaginado aquello como un varadero de almas descarriadas donde se castigaba todo aquello que se había hecho en vida y que era supuestamente maligno, así que no entraba dentro de su concepción de infierno lo de poder elegir.
La elección era sencilla, dos salas para toda la eternidad:
Una llena de dulces y caramelos.
La otra llena de látigos y dolor.
Y como buen ser humano, eligió lo que habría elegido en vida, e incluso se permitió sonreir mientras los látigos restallaban en aquella sala.
sábado, agosto 01, 2009
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2 comentarios:
Dios santo, tétrico pero a mi estos relatillos me molan ^^
Hay dias en los que parece que a uno lo han encerrado en esa sala y otros dias, en los que nos encerramos solos.
Me gusta tu estilo.
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