viernes, mayo 25, 2007

Roce

Despacio y en un gesto no medido se pasó la mano por la cara, y de forma totalmente involuntaria se olió la mano, fue entonces cuando se dio cuenta de que se le había quedado impregnada la colonia de aquel pasajero tan simpático que, hacía tan solo unos minutos había bromeado con ella acerca del tiempo, la cena y el aire acondicionado del avión donde ella ya llevaba seis horas encerrada.

Levantó despacio la cortina mientras se mordía el labio inferior en un gesto descarado y poco propio de ella, como una niña traviesa que está a punto de comerse un paquete entero de galletas de chocolate a escondidas de su madre en el pequeño cobertizo de la casa de campo.

Allí estaba él, leyendo un libro que había sacado de una pequeña maleta que traía consigo, los ojos de ella chispeaban con la emoción contenida de una niña de quince años que ve al chico cuatro años mayor que ella que le gusta sentado en un banco del parque.

Se armó de valor y se dispuso a terminar aquella locura de una manera espectacular, cogió una servilleta y un bolígrafo y apuntó su número de teléfono y su nombre en ella, dejó el bolígrafo ante la mirada atónita de su compañera de vuelo y embutida en aquel traje de azafata que no le favorecía nada se dispuso a recorrer los escasos cinco metros desde la zona de azafatas hasta el asiento de aquel joven.

Mientras daba un paso dejó volar su imaginación, la cual, viéndose libre huyó de los planos de la realidad a toda velocidad, y en el tiempo, escaso, en los que ella daba dos pasos más ya se había imaginado una tórrida escena, digna de las novelas rosa mas picantes en aquel estrecho habitáculo del fondo del pasillo.

En su mente se reproducían escenas cada vez mas subidas de tono, gemidos contenidos, sudores y por encima de todo aquel perfume de él, mezclado con sus olores corporales fundiéndose en ella e impregnándola por todo el cuerpo.

Otro paso y más y su mente proyectó aquella escena unos días más tarde, en alguna habitación de algún hotel de Madrid, posiblemente alguno caro, pagado por él para impresionarla, para que viese que aquello del avión no había sido un simple restregón para pasar el rato.

Un metro menos para el contacto con el objetivo y las escenas de los días felices y de los distintos escarceos por diferentes lugares, perversiones ocultas y deseos oscuros jamás confesados se mezclaban con escenas dignas de películas románticas y cuentos de caballeros y princesas.

Pero a menos de escasos cincuenta centímetros la mente de ella, calculadora e imaginativa, libinidosa pero con un fondo racional, le mostró las peleas, las fuertes discusiones e incluso algún amago de malos tratos dispensados hacia ella.

Su corazón, latiendo a toda velocidad por la adrenalina se encogió y le dio un vuelco, quizás por un cambio de altitud sin previo aviso, pues volaban con tormentas y no era raro ese tipo de sucesos, o quizás por aquello que de forma tan vívida le había mostrado su subconsciente.
Y sin saber cómo se quedó delante de él, después de haber vivido el amor, el desamor, la pasión, la ira, la rabia, el dolor, la alegría y el sufrimiento en escasos cinco metros y con los ojos vidriosos como quien deja a alguien con quien lleva mucho tiempo acertó a preguntarle:

- ¿Se lo retiro?-

Y él, con la misma sonrisa le entregó su bandeja con los restos de la comida, y ella, sin decir ni media palabra más se limitó a tratar por todos los medios, de volver a rozar su mano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho el post de hoy, mucho mucho.

Nos vemos a mi vuelta.

Besitos

Anónimo dijo...

Creo que este es de tus mejores posts.