Frascos

Camino despacio entre las estanterías llenas de frascos, unos con líquidos claros, otros oscuros, unos llenos de polvo incluso alguno ajado y roto por el tiempo que debe llevar aquí.

Recorro los extensos pasillos repletos de burbujeantes líquidos de desconocida composición. Paso el dedo por los botes arrancando pelusas y pringándome el dedo de hollín.

Al cabo de un ratito llego a donde quiero, una colección de botes de color dorado, como el color de tus ojos, envuelve y atrapa mis recuerdos de ti, de aquellas noches, de aquellos días.

Cojo el primero y lo abro para observar su contenido y poco a poco veo como los vapores forman tu figura en la primera vez que te vi, y mis ojos recorren tu cuerpo de la misma manera en que lo hicieron la primera vez, deteniéndome en cada una de tus curvas, en cada una de tus redondeces.

Tapo el bote y cojo otro, en este apareces tu, bajo la ducha, sonriendo por encima del hombro, y yo diciéndote cualquier tontería cuando lo que realmente deseaba era asaltarte mientras el agua intenta refrescar el ambiente.

Suspiro y lo tapo y cojo el último, contiene el líquido más espeso, más vívido, más especial de ti, lo abro y con tan solo mirar recuerdo lo que más me impactó de ti, esas dos pequeñas trampas de color miel, dos círculos que me envuelven y me despiertan sensaciones olvidadas.

Me entretengo un rato recordando como la luz arrancaba destellos de tus ojos y para cuando quiero volver en mi me doy cuenta de que he perdido el sentido del tiempo y del espacio.

Coloco con cuidado los botes de nuevo en su sitio y despacito camino hacia la salida, dejando atrás los frascos donde encierro mis recuerdos.